Unas de los motivos por los que en su día optamos por la fabricación artesanal de queso de cabra, fue el de ofrecer algo especial y de calidad, y es que la leche de cabra tiene bastantes ventajas reconocidas.
Sus ácidos grasos, de cadena corta o volátiles pueden absorberse directamente, es decir, se digieren con facilidad y son metabolizados rápidamente, por lo que uno de los beneficios de la leche y del queso de cabra más importantes es su capacidad de limitar la acumulación de colesterol “malo” en los tejidos de nuestro cuerpo. De aquí que se recomiende su consumo a personas con alteraciones gástricas o úlceras o a aquellas que presenten cuadros de alergia a la proteína de otras leches, o a los intolerantes a la lactosa.
Comparando con otras, cabría decir que la leche de cabra aporta más selenio e hierro y menos sodio, lo que la convierte en un alimento ideal para aquellas personas con enfermedades del riñón.
En general es un buen alimento y:
- Ayuda a prevenir el eczema en la juventud
- Aumenta la capacidad de digerir la comida
- Puede ayudar a reducir la intolerancia a la lactosa
- Reduce la incidencia de la infección por hongos, vaginitis y candidiasis
- Aumenta la capacidad de asimilar los nutrientes de los alimentos
- Alivia muchos trastornos digestivos comunes
- Aumenta la capacidad de sintetizar la vitamina B
Por ponerle alguna pega, se podría decir que el queso de cabra, comparándolo con otros quesos puede encontrarse más ácido y menos suave en boca, especialmente si hablamos de quesos de cabra semicurados o curados, y necesita de un aprendizaje en el paladar.
Una forma de incorporar el queso de cabra a nuestra dieta es combinándolo con frutos secos, frutas deshidratadas, mermeladas o si prefieres algo salado con tomate ecológico y orégano.